Israel intercepta el barco Madleen con Greta Thunberg rumbo a Gaza y tensa el debate sobre la ayuda humanitaria

Israel intercepta el barco Madleen con Greta Thunberg rumbo a Gaza y tensa el debate sobre la ayuda humanitaria

Greta Thunberg y un barco de ayuda vuelven a poner Gaza en el foco mundial

Nadie se esperaba que Greta Thunberg, la activista sueca que ha incomodado a gobiernos por el clima, acabara justo frente a uno de los conflictos más duros del planeta. El 9 de junio, fuerzas israelíes interceptaron el barco Madleen, que viajaba desde Sicilia cargado con ayuda humanitaria y una tripulación tan mediática como simbólica. Allí no solo iba Thunberg; también la eurodiputada francesa Rima Hassan y otros activistas europeos. Su objetivo era claro: romper el bloqueo de Israel sobre Gaza y llamar la atención sobre la crisis humanitaria en el enclave.

El Madleen no llevaba precisamente toneladas de provisiones; su carga equivalía, según las propias autoridades israelíes, a la de un solo camión de ayuda. Pero la polémica no estaba tanto en la cantidad como en el gesto y el mensaje. Las fuerzas israelíes, que desde el principio calificaron la travesía de “yate para selfies”, detuvieron el barco y arrestaron a los pasajeros, que serán devueltos a sus países de origen sin posibilidad de entrar en Gaza. La mercancía, por orden israelí, se desviará por canales humanitarios oficiales, pese a las dudas de organizaciones internacionales sobre la transparencia y rapidez de ese proceso.

La guerra de cifras y el control sobre la crisis humanitaria

Israel defiende que la ayuda humanitaria fluye: más de 1.200 camiones de suministros han llegado supuestamente a Gaza recientemente, según datos oficiales. La propia Fundación Humanitaria de Gaza israelí presume de haber repartido 11 millones de comidas desde finales de mayo. Pero los números chocan frontalmente con la realidad sobre el terreno: informes de la ONU y organizaciones como Médicos Sin Fronteras insisten en que la distribución es desigual y que “el hambre se utiliza como un arma más”. En los últimos meses, los accesos y controles se han endurecido, y las colas de familias palestinas bajo un sol aplastante siguen multiplicándose a la espera de lo poco que llega. Tampoco ayudan los incidentes violentos durante las entregas: varias personas han muerto por disparos cerca de los puntos de reparto, una situación que Israel atribuye a la confusión y el caos pero que en Gaza alimenta la sensación de asedio absoluto.

El contexto es devastador: más de 54.000 muertos desde el inicio de la ofensiva israelí contra Hamas, casi el 90% de la población obligada a desplazarse una y otra vez y hospitales (los pocos que siguen en pie) saturados hasta el límite. Más barcos como el Madleen intentaron previamente romper el embargo, como ocurrió con el ‘Conciencia’, que fue atacado por drones en aguas internacionales días antes. Israel, sin embargo, insiste en que cualquier intento fuera de sus cauces oficiales supone un riesgo de “ingreso de materiales para el enemigo” y justifica su política de interceptaciones bajo la bandera de la seguridad nacional.

La opinión pública internacional está muy dividida. Mientras la ONU recuerda que Israel, como potencia ocupante, tiene la obligación clara de permitir la entrada de ayuda y garantizar mínimos vitales a los civiles, la crisis sigue creciendo sin freno. El episodio del Madleen, con presencia de figuras globales como Greta Thunberg, vuelve a encender las alarmas y muestra cuán lejos están las soluciones políticas reales frente al drama cotidiano de Gaza.

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